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capacidades que tiene como persona que ha venido desarrollando durante su vida, a
través de estudios, experiencias, relaciones interpersonales, entre otras virtudes que
aplica en su día a día, que desarrolla en su entorno, sea familiar, social o laboral.
Asimismo, las competencias tienen una estrecha relación con las emociones del hombre,
si el ser humano no está emocionalmente estable, su desenvolvimiento ante la sociedad
será difícil de manejar. Al respecto, Bisquerra (citado por Bosada, 2020) confirma “si no
se atiende al desarrollo emocional de forma apropiada, lo más probable es que haya un
incremento de ansiedad, estrés, depresión, consumo de sustancias, comportamiento
sexual de riesgo, impulsividad descontrolada, violencia, entre otras” (p. 5).
Bisquerra y Pérez (2007) complementan las competencias emocionales,
(habilidades ya desarrolladas por Bisquerra en 2003), y las clasifican de la siguiente
manera: primero la conciencia emocional, como la capacidad para tomar conciencia de
las propias emociones y de las emociones de los demás, incluyendo la habilidad para
captar el clima emocional de un contexto determinado. Así mismo, se encuentra en
segundo lugar la regulación emocional, la cual, se refiere a la capacidad para manejar
las emociones de manera apropiada; esta supone, tomar conciencia de la relación entre
emoción, cognición y comportamiento; tener buenas estrategias de afrontamiento;
capacidad para autogenerarse emociones positivas, entre otras.
En ese mismo orden de ideas, los autores mencionan como tercera competencia la
autonomía emocional, siendo un conjunto de características y elementos relacionados
con la autogestión personal, entre ellas la autoestima, actitud positiva ante la vida,
responsabilidad, capacidad para analizar críticamente las normas sociales, la capacidad
para buscar ayuda y recursos, así como la autoeficacia emocional. Por otra parte, se
encuentra la competencia social, que es la capacidad para mantener buenas relaciones
con otras personas permitiendo dominar las habilidades sociales, capacidad para la
comunicación efectiva, respeto, actitudes prosociales, asertividad, entre otros.
Finalmente están, las competencias para la vida y el bienestar, como la capacidad
para adoptar comportamientos apropiados y responsables para afrontar
satisfactoriamente los desafíos diarios de la vida, ya sean privados, profesionales o
sociales, así como las situaciones excepcionales con las cuales la persona tropieza.