Vol. 64 (105), 2024, pp.557-560 -Segundo semestre / julio-diciembre
ISSN-L 0459-1283 e-ISSN - 2791-1179
Depósito legal: pp. 195202DF47
Reseña
Página
559
https://doi.org/10.56219/letras.v64i105.3294
puede llegar a comprender mejor a Nat y a Andreas, y al resto de personajes, y a las circunstancias que entrelazan y determinan sus vidas.
Y en las inmediaciones de La Escapa, hay un cerro no muy alto, El Glauco. Nat relaciona ese nombre con el término glaucoma y con el sentido de la vista en general. El susodicho centro vendría a ser entonces una especie de vigilante o de espía, ese ojo a medio camino entre ser omnisciente y testigo de todo lo que ocurre (y de lo que no, que tal vez sea más relevante) en los predios de La Escapa, de todo lo que hacen y les pasa a los personajes anteriormente mencionados.
Aunque hay otra interpretación posible, ya sabemos que si hay una característica que define al texto literario, es su carácter polisémico. Dispense quien lee esta travesura del Profesor de Literatura que fui, soy y seré. El glaucoma como conjunto de enfermedades del ojo puede ocasionar la pérdida progresiva de la visión. Resulta entonces muy posible que Nat no pueda ver o distinguir a dónde la están llevando sus pasos, ni las consecuencias de sus actos. Vale decir: Nat no es consciente de su particular descenso a los infiernos, cuyos detalles no vamos a revelar aquí. Ni más faltaba.
Estimado/a lector/a: si está buscando una novela que gire en torno a un asesinato o en la cual se desencadenen grandilocuentes acontecimientos, de antemano y con todo respeto le advierto que Un amor no es ese texto (a estas alturas ya usted debería saber que los asesinatos solo ocurren en los edificios).
Muy por el contrario, es esta una novela de lo cotidiano, de las peripecias diarias, de nuestras propias contradicciones como seres humanos, de la exacerbación de los instintos. Uno de esos textos donde parece que no pasa nada. Y sí pasa. Y mucho, en La Escapa, que me recuerda al Ortiz de Casas Muertas, del venezolano Miguel Otero Silva; al Macondo de Cien Años de Soledad, del colombiano Gabriel García Márquez; o a la Comala de Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo.
Mención aparte para el lenguaje. A mi modo de ver, el uso del mismo es lacónico y austero, en consonancia con el paisaje circundante. Leyendo algunas frases visualizaba a Macario y Luvina de El Llano en Llamas, también de Rulfo.
De más reciente data es la conexión que podemos establecer entre la novela de Mesa y Los asquerosos, novela de Santiago Lorenzo, editada por Blackie Books en 2018.