Luzón, H., Jiménez, F. y Bennasar, M.
Revista Actividad Física y Ciencias Año 2024, Vol. 16, Nº1. ISSN (digital) 2244-7318
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a fin de promover un ambiente de aprendizaje en el que todos puedan sentirse incluidos y apoyados
en su desarrollo físico y motor.
La Educación Física es parte fundamental en el desarrollo evolutivo de lo niños con
relación a sus habilidades motrices básicas y las capacidades físicas en su máxima expresión. No
sólo se enfoca en realizar actividades deportivas y ejercicios físicos, sino que tiene gran
importancia en el niño que aprende, este proceso de desarrollo cognitivo, sensorial y emocional se
manifiesta a través del cerebro, el cual está dividido en dos hemisferios: izquierdo y derecho,
orientados simétricamente, uno de los cuales predomina sobre el otro en relación con un lado del
cuerpo, los mismos son los que dan lugar a la lateralidad (Acosta y González, 2022; Alarcón-
Piqueras, 2019; Duarte-Hernández y Pérez-Mendoza, 2020; Fernández, 2014; González-Barrios,
2016; Orellana et al., 2020; Repila-Ronderos, 2014; Rodríguez y Moreira, 2022).
La lateralidad se refiere a la preferencia o dominancia que una persona muestra por uno de
los lados (hemisferio) del cuerpo sobre el otro, es decir, la lateralidad se relaciona con la
preferencia por usar la mano derecha o la mano izquierda, el ojo derecho o el ojo izquierdo, el oído
derecho o el oído izquierdo, y el pie derecho o el pie izquierdo. Sin embargo, este predominio se
da no sólo al realizar acciones motrices, sino que también en las sensoriales, estas acciones que se
manifiestan en la lateralización son las que involucran las manos, los pies (motrices) y ojos, oídos,
(sensoriales) (Duarte-Hernández y Pérez-Mendoza, 2020; González-Barrios, 2016; Orellana et al.,
2020). Al respecto Cuitiva y Rodríguez (2019), entienden que “la lateralidad es considerada como
la direccionalidad del cuerpo en relación con el espacio circundante, el cual se desarrolla
conjuntamente con la conceptualización verbal: arriba-abajo, derecha-izquierda, delante-atrás”
(p.15). Es así como el niño debe establecer una faceta preferencial de su lado, esto le ayudará a
orientarse en el espacio y el tiempo en un esfuerzo por permitir comprender el correcto
funcionamiento de su predominio motor identificando efectivamente cuál es su derecha o izquierda
respectivamente, sabiendo que, aunque entiendan su lado predomínate, ambos pueden trabajar
efectivamente en conjunto (Orellana et al., 2020). La lateralidad permite que uno de los
hemisferios cerebrales predomine sobre el otro, caracterizando que las funciones del hemisferio
izquierdo hagan énfasis en el lenguaje, la escritura, la lectura, la capacidad de razonamiento lógico
y los números, mientras que el hemisferio derecho desarrolla el sentido musical, el sentido del arte,
la imaginación, la intuición y las formas tridimensionales (González-Barrios, 2016).
Un niño con buena lateralidad tiene confianza en sí mismo para realizar una tarea y en su
gran mayoría, no presentan dificultades lingüísticas ni problemas perceptivo-motores. En cambio,
un niño con lateralidad mal definida suele ser torpe a la hora de realizar trabajos manuales y sus
trazos gráficos suelen estar descoordinados (Meza, 2018). Por esta razón es un proceso
fundamental para el desarrollo de los estudiantes y la concretización del aprendizaje futuro, por lo
que es crucial que el niño tenga su lado preferido definido, teniendo en cuenta que una lateralidad
poco clara será perjudicial porque presentará problemas en el proceso de aprendizaje, haciendo
que su autoestima disminuya y que carezca de confianza al llevar a cabo sus actividades (Alarcón-
Piqueras, 2019).
El sistema nervioso, es quien controla la lateralidad, y si no se desarrolla adecuadamente y
se estabiliza durante la etapa escolar, puede causar dificultades de aprendizaje, permitiendo que su
cerebro no estructure, ni organiza adecuadamente la información (Barrero et al., 2015). Si bien es
posible que los niños con una lateralidad mal definida no obtendrán el éxito adecuado en su proceso