es condicionado por las expectativas del amante que lo condiciona a un objeto, esto
genera un conflicto interno entre el que ama y es amado. El que ama añora el amor libre e
incondicional del otro, pero a su vez desea que éste solo sea de él, exclusivo y sensato,
fomentando un conflicto entre el amor libre, autentico y real, y el poder que está
impregnado en la posesión, apego, control y otras variantes de dominio.
Por tanto, Hegel y Sartre exploran como las expresiones de libertad y poder
conectan con las relaciones humanas, desde la necesidad y reconocimiento del otro, la
alteridad como condición para conectar, bien sea esta desde la libertad y posesión. Por
consiguiente, el amor y el sexo es cosa de dos, no de uno, el que ama y es amado, o el que
posee y es poseído. En la actualidad, la postmodernidad ha proclamado el fin del amor,
Han y Bergés (2014). La libertad postmoderna ha desmaterializado al conjunto de
prácticas que no necesariamente reconocen al otro, “se piensa que hoy el amor perece
por la ilimitada libertad de elección, por las numerosas opciones y la coacción de lo
óptimo y que, en un mundo de posibilidades ilimitadas, no es posible el amor” (p. 9)
En consonancia, la postmodernidad se vislumbra como una amplia, rica y compleja
cultura, con las ventajas y desventajas propias de la sociedad actual; cambiante, fluida,
individualista, consumista, concebida por una excesiva hipercomunicación y la
fragmentación de la vida cada vez más deshumanizada como lo describen los autores
Bauman (2004), Lipovetsky (1986) y Lyotard (1987). Este modelo marcado por crisis de
valores e hipersubjetividad trae consigo incertidumbres sobre el futuro, busca la
aprobación y el constante cambio.
En este sentido, la libertad, la explotación de las necesidades y la transición de las
cosas a no-cosas, se ha ampliado con el nuevo orden digital (Han, 2021), posicionado y
transformado la materia, trabajo y cosas en algoritmos inteligentes bajo la lógica del
hiperconsumo, conexión, hipercomunicación y subjetivización de necesidades y placeres,
trayendo consigo consecuencias físicas y mentales como el burnout, reconocida por la
Organización Mundial de la Salud como una enfermedad ocupacional, así como el
aislamiento, estrés, adicciones, depresión, entre otros problemas psicopatológicos, que