Sin embargo, es importante recordar que, el aprendizaje no es un camino lineal y
siempre soleado. Las emociones negativas, como la frustración, el miedo o la tristeza,
también pueden desempeñar un papel importante en el proceso de aprendizaje. Estas
emociones pueden señalarnos que necesitamos cambiar de estrategia, pedir ayuda o
reflexionar sobre nuestras propias limitaciones. Aprender a manejar las emociones
negativas de manera constructiva nos permite desarrollar resiliencia, perseverancia y la
capacidad de superar los obstáculos que inevitablemente encontraremos en nuestro
camino hacia el conocimiento.
La pregunta que nos ayudaría en nuestra práctica como maestros es ¿Cuáles son las
emociones positivas que podemos generar en nuestro salón de clase? En el aula, podemos
cultivar un jardín de emociones positivas que florezcan en un aprendizaje significativo y
enriquecedor. La alegría, por ejemplo, se manifiesta en la risa compartida, en el
descubrimiento que ilumina los rostros, en la sensación de logro tras superar un desafío.
La curiosidad, esa chispa que enciende el deseo de saber, se nutre de preguntas abiertas,
de la exploración de lo desconocido, de la libertad para investigar y experimentar.
La gratitud, por su parte, se expresa en el reconocimiento del esfuerzo ajeno, en el
agradecimiento por la ayuda recibida, en la valoración de las pequeñas cosas que hacen
del aula un lugar especial. La esperanza, esa luz que guía hacia el futuro, se alimenta de la
confianza en las propias capacidades, de la visión de metas alcanzables, del apoyo mutuo
para superar los obstáculos. Y la calma, esa serenidad que permite concentrarse y
reflexionar, se cultiva en un ambiente de respeto, de escucha atenta, de aceptación de la
diversidad. Estas emociones positivas, tejidas en el día a día del aula, para LeDoux (1996)
crean:
Un clima de bienestar emocional que favorece el aprendizaje, la creatividad y
el desarrollo integral de cada estudiante. Al reconocer y cultivar estas
emociones, convertimos el aula en un espacio donde el conocimiento se
entrelaza con la alegría de aprender, donde la curiosidad se convierte en
motor de descubrimiento y donde la esperanza florece en cada nuevo desafío.
Partiendo de las emociones positivas existen aspectos que generan efectos en
el aprendizaje significativo y que pueden ayudar a fortalecerlo, estas son: la