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El reconocimiento de los derechos de las mujeres
para el ejercicio de la ciudadanía


The recognition of the rights of women for the exercise of citizenship


O reconhecimento dos direitos das mulheres para o exercício da cidadania


La reconnaissance des droits des femmes à l'exercice de la citoyenneté



Yuly Andrea Ramírez Osorio
yulyandro@gmail.com


Gobernación de Antioquia, Medellín-Colombia

Recibido: 27 de octubre 2022 / Aprobado: 11 de junio 2023 / Publicado: 23 de julio 2023


RESUMEN

La sociedad fue construida sobre la base de un modelo patriarcal; la desigualdad entre
géneros fue naturalizada, lo que derivó en la creación de un imaginario de las relaciones
de género fundamentado en la superioridad del hombre respecto de la mujer. El presente
artículo enmarcado dentro de un estudio documental analítico tuvo como objetivo con el
objetivo de analizar el ejercicio ciudadano y reivindicación de los derechos de la mujer en
la historia. Para ello, se realizó un análisis interpretativo de 25 documentos que abordan
el concepto de ciudadanía, concretamente la ciudadanía de la mujer. Esto permitió
obtener como resultado la identificación de las dificultades que han debido ser sorteadas
a través de la historia por este grupo poblacional para ejercer la ciudadanía y cómo en la
actualidad algunas estructuras sociales continúan conservando y perpetuando estas
prácticas patriarcales y excluyentes.

Palabras clave: Ciudadanía, Género, Mujer, Afrodescendiente


ABSTRACT

Society was built based on a patriarchal model; inequality between genders was
naturalized, which led to the creation of imaginary gender relations based on the
superiority of men over women. The present article framed within an analytical
documentary study aims to identify the way in which women from their specificities have
claimed the claim of rights and the exercise of citizenship, for this an interpretative analysis
of 25 documents that address the concept of citizenship, specifically the citizenship of

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women, which allowed obtaining as a result the identification of the difficulties that have
had to be overcome throughout history by this population group to exercise citizenship
and how at present some social structures continue to preserve and perpetuate these
patriarchal and exclusionary practices.

Key words: Citizenship, Gender, Woman, Afro-descendant


RESUMO

A sociedade foi construída com base em um modelo patriarcal; naturalizou-se a
desigualdade entre os gêneros, o que levou à criação de um imaginário das relações de
gênero pautado na superioridade do homem sobre a mulher. Este artigo, enquadrado
num estudo analítico documental, pretende identificar o modo como as mulheres a partir
das suas especificidades reclamam a reivindicação de direitos e o exercício da cidadania,
para o que se procedeu à análise interpretativa de 25 documentos que abordam o
conceito de cidadania, nomeadamente o cidadania das mulheres, o que permitiu obter
como resultado a identificação das dificuldades que ao longo da história este grupo
populacional teve de ultrapassar para exercer a cidadania e como na atualidade algumas
estruturas sociais continuam a preservar e perpetuar estas práticas patriarcais e
excludentes.

Palavras-chave: Cidadania, Gênero, Mulher, Afrodescendente


RÉSUMÉ

La société a été construite sur la base d'un modèle patriarcal; l'inégalité des sexes a été
naturalisée, ce qui a conduit à la création d'un imaginaire des relations de genre fondé
sur la supériorité des hommes sur les femmes. L'objet de cet article, encadré dans une
étude documentaire, est d'identifier la manière dont les femmes, à partir de leurs
spécificités, ont revendiqué la revendication des droits et l'exercice de la citoyenneté, pour
lesquelles une analyse interprétative de 25 documents qui abordent le concept de
citoyenneté, en particulier la citoyenneté des femmes, ce qui a permis d'obtenir
l'identification des difficultés qui ont dû être surmontées tout au long de l'histoire par ce
groupe de population pour exercer la citoyenneté et comment actuellement certaines
structures sociales continuent de préserver et de perpétuer ces caractéristiques
patriarcales et d'exclusion les pratiques.

Mots-clés: Citoyenneté, Genre, Femme, Afro-descendant


INTRODUCCIÓN

La ciudadanía es un concepto amplio que se encuentra ligado a un sinfín de

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significados que pueden estar vinculados a distintas concepciones comportamentales

dentro de la sociedad, sin importar el tiempo de la historia en la que esta se perciba.

Desde una mirada descriptiva, puede ser comprendida según Pérez (2002), como el

conjunto de normas que desde siempre han regulado el estado jurídico y político de las

comunidades. Por su parte, Marshall y Bottomore (1998) definen este concepto a partir

de una noción omnicomprensiva, en la cual sobresalen los derechos personales, civiles

y políticos, así como también los económicos, los sociales y los culturales de cualquier

persona que pueda hacer parte de un grupo social y/o comunidad.

Sobre la base de estas premisas se hace necesario entender que no se puede

atribuir de forma general el término de ciudadanía a una percepción individual de sus

procesos, como algunas personas lo otorgan, en la medida en que su esencia y razón se

ajusta a las necesidades encaminadas a lograr el desarrollo de cada persona como

miembro de la colectividad. Es decir que, para el caso puntual de este artículo que

propende a la búsqueda del reconocimiento inmarchitable de los derechos de las

mujeres, es más que oportuno poner sobre la mesa la apropiación de estos significados

expuestos, como un atisbo de lo que quizá fue, es y será la lucha inacabada del

abanderamiento de las mujeres por su lugar dentro de la sociedad.

En este sentido, autores como Marshall y Bottomore (1998), Urzúa y De Puelles

(1996, como se citó en Mieles y Alvarado, 2012), Mayor (2002), Sánchez (2006), Kymlicka

(1996), Solé et al. (2013), entre otros, han presentado la ciudadanía desde diferentes

concepciones, razón por la cual puede decirse que es un concepto polisémico debido a

que cada época y cada territorio ha determinado los requisitos para que una persona sea

o no considerada ciudadana, como afirma Montoya (2009). La ciudadanía, al igual que la

democracia y los derechos, es dinámica y su ejercicio no puede estar condicionado por

la institucionalidad, este se expande más allá de las fronteras de los Estados nacionales

y se aparta del ejercicio tradicional para aparecer en expresiones no tradicionales.

En consecuencia, se puede mencionar que, a lo largo de la historia, grupos

poblacionales como las mujeres, los niños y los que en su momento fueron esclavos,

fueron personas que estuvieron relegadas a ser aceptados netamente desde un segundo

plano, es decir, no fueron considerados como sujetos en la capacidad de exigir sus

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derechos y de ejercer lo que trae consigo el rol y la percepción de ciudadanía, como bien

se explicó con antelación. Por el contrario, estos grupos, dadas las particularidades y el

momento histórico en el que estuvieron, debían contar con un representante varón que

cumpliera con determinados requisitos para poder hacerse cargo de ellos, de sus

decisiones y de sus opiniones. En tal sentido, y gracias al surgimiento del pensamiento

liberal durante el siglo XVII, les fue otorgado el reconocimiento de ciertos derechos a

estas minorías poblacionales. Sin embargo, y debido a la presunción de universalidad

con que nació esta corriente ideológica, se hizo imposible responder a las necesidades

específicas con las que contaban estas personas (Ramírez y Acevedo, 2021).

Esta situación impulsó a mujeres como Olympe de Gouges, que después de la

Revolución Francesa redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la

Ciudadana en 1791, en función y beneficio de las mujeres al plantear desde la teoría

filosófica y política el reconocimiento de los derechos que les habían sido negados

durante siglos a las mujeres (Aguado, 2005). A partir de este hecho se dio surgimiento

al pensamiento feminista que desde el siglo XVIII y hasta la actualidad ha exigido la

reivindicación de los derechos de las mujeres.

Fue así como gracias a la labor desempeñada por Gouges, comenzó la génesis de

lo que se conoció como el desarrollo de las luchas, especialmente las asociadas al

pensamiento feminista que no sólo puede ser entendido desde una misma visión, sino

que, por el contrario, es menester apreciarlo desde cuatro olas que permiten comprender

cuáles fueron sus dinámicas a lo largo de la historia. Como primera medida, se encuentra

la que fue llevada a cabo durante el siglo XVIII, que reclamaba la igualdad de los sexos;

la segunda se dio durante la primera mitad del siglo XIX, la cual reclamaba el derecho al

sufragio; la tercera ola fue propia de la segunda mitad del siglo XX y reclamaba los

derechos políticos y sexuales tales como el divorcio, el aborto y la utilización de métodos

anticonceptivos y, finalmente la cuarta que reclamaba la paridad real sobre todo en los

ámbitos económico y salarial (Ramírez y Acevedo, 2021, p. 125).

Ahora bien, más allá de entender, reconocer e identificar los sucesos que

enmarcaron el camino por la disputa de los derechos de las mujeres, vale la pena señalar

que en la actualidad ha habido mujeres cuya labor y desempeño ha sido el de trabajar,

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analizar y socavar desde la tierra esos procesos, que si bien pudieron verse a modo de

revolución y rebeldía en un inicio, hoy por hoy manifiestan una marca imborrable en la

obtención de los beneficios con los que cuentan las mujeres en gran parte del mundo.

En este sentido, se menciona a la politóloga Chantal Mouffe, quien mediante una

entrevista conducida por Jorge Alemán (2018) habla acerca de las nuevas demandas del

feminismo, teniendo como punto de partida la concepción de que el populismo de

izquierda, actualmente, tiene como objetivo la construcción de un pueblo sustentado en

proyecciones finiquitadas en mecanismos heterogéneos, planteando así que el camino

atribuido hacia la obtención de dicha meta se puede viabilizar desde y a partir de las

demandas que actualmente tienen las mujeres y los diferentes sectores sociales dentro

de su propia lucha y reconocimiento.

Decir que la lucha feminista puede volverse el símbolo de todas las otras luchas, sin

llegar a ser diferenciada del resto, es una afirmación que demuestra que las mujeres no

son un colectivo homogéneo, ni poseen intereses intrínsecos o naturales; sino que, por

el contrario, tienen diferencias y desigualdades. Y, si bien, se reconoce que hay un

contexto de opresión general sobre ellas en razón del género, cada una lo enfrenta de

acuerdo a su clase, raza o etnia, edad, religión y orientación sexual, entre otros.

Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, se puede señalar que una muestra

de esta opresión en razón del género, son todas aquellas mujeres afrodescendientes que

además de ser víctimas de las desigualdades sociales por ser mujeres, también padecen

una exclusión en contextos de violencia, pobreza, desplazamiento forzado, tradición

patriarcal y falta de oportunidades académicas y laborales por el hecho de ser parte de

una comunidad afrodescendiente. Por su parte, la Comisión Económica para América

Latina y el Caribe (CEPAL) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)

(2020), plantean que la desigualdad es una característica estructural en lugares del

mundo como América Latina, es un fenómeno multifacético, y “se caracteriza por un

complejo entramado en el que las desigualdades socioeconómicas se entrecruzan y se

potencian con las desigualdades de género, étnico-raciales, territoriales y por edad,

encadenándose a lo largo del ciclo de la vida de las personas” (p. 12).

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Siguiendo este orden de ideas, Collins (2015), señala que hablar de clase, color,

origen étnico, religión, origen nacional y orientación sexual son temas complejos que

intrínsecamente develan las particularidades de los grupos de mujeres afrodescendientes

que experimentan algún tipo de discriminación. Como respuesta a este tipo de abusos,

se puede apreciar para la década de 1990, el nacimiento de un enfoque interseccional

definido por Crenshaw (2002), como “una forma de conceptualizar el problema de la

asociación de sistemas múltiples de subordinación, que trata de capturar las

consecuencias estructurales y dinámicas de la interacción entre dos o más ejes de

subordinación(p. 177). Es decir, este enfoque se ocupa de indistintas formas de

discriminación establecidas tales como el patriarcado, el racismo y la opresión de clases.

“Las mujeres racializadas frecuentemente están en un espacio donde el racismo o la

xenofobia, la clase y el género se encuentran (Crenshaw, 2002, p. 177). En estas

situaciones, según la autora, la discriminación de género se ve magnificada por la

discriminación racial, de clase y viceversa.

El presente estudio se desarrolló a partir de una revisión documental acerca de la

ciudadanía de la mujer, específicamente la mujer afrodescendiente, con el objetivo de

analizar el ejercicio ciudadano de la mujer en la historia, hasta llegar a las apuestas que

las mujeres pertenecientes a este grupo social, mujeres doblemente victimizadas (como

mujer y como afrodescendientes), teniendo como motivación los mecanismos que han

puesto en marcha para ejercer su ciudadanía, para de esta forma comprender cómo se

han organizado y el apoyo que han recibido por entidades estatales y no estatales.

Este estudio, además, centra su problemática en el resultado de esta historia de

dominación, privilegio y exclusión de las mujeres afrodescendientes que se presentan

como población doblemente discriminada; por un lado, está la historia de dominación

patriarcal que las ha dejado relegadas a un segundo plano de la vida pública y les ha

asignado las labores domésticas como propias de su género; y por otro lado, está la

historia de discriminación racial que les ha negado la posibilidad de participar como

sujetos pensantes y de derechos. Lozano (2010) señala cómo la identidad de la mujer

afrodescendiente ha sido determinada por el imaginario racista y excluyente, “con

atributos que son producto del prejuicio racial: un cuerpo para el sexo, más cerca de la

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animalidad que dé la razón. Un cuerpo que fue útero reproductor, fábrica de esclavos,

objeto de uso y abuso para el placer de otros(p. 5).


MÉTODO

Este artículo se apoyó metodológicamente en una investigación de diseño

documental, sustentada en un paradigma interpretativo que permitió hacer

aproximaciones a una situación social determinada para explorarla, describirla y

comprenderla de manera inductiva; en este caso, el estudio se apoyó en la lectura de

fuentes secundarias para reconocer los aportes que diferentes autores han realizado al

tema de la ciudadanía de las mujeres afrodescendientes. Para ello, se revisó la

información en bases de datos académicas como Scielo, EBSCO, Google Académico y

Redalyc, teniendo en consideración que también se usaron términos de búsqueda como

“ciudadanía”, “mujer”, “mujer Afrodescendiente”, “participación política”, y se limitaron

temporalmente los resultados a aquellos documentos publicados en español entre 2005

y 2022, consolidando un total de 25 textos.

Posteriormente, se utilizó una matriz categorial para la clasificación y el análisis de

las fuentes documentales, en la cual se establecieron categorías, códigos y subcódigos

de análisis, para facilitar la interpretación, el reconocimiento de relaciones intertextuales

y las diferentes posturas ante el tema de la ciudadanía de la mujer afrodescendiente

(Tabla 1). La información se dividió en dos categorías: Ciudadanía - Género y

Afrodescendencia. A su vez, cada categoría se subdividió en dos niveles: códigos y

subcódigos, lo que facilitó la interpretación e interconexión de los documentos, como se

evidencia en la Tabla 1. Lo anterior posibilitó la elaboración del análisis interpretativo que

derivó finalmente en el apartado de las conclusiones.

En este sentido, se aludió a la conformación de dichas categorías de análisis, pues

para poder abarcar un tema que ha trascendido en la historia y que ha tenido, incluso,

repercusión en la actualidad por lo álgido de su proceso, necesitaba poder ser explicado

de tal manera que sus significados o premisas no respondieran a un análisis global y

general que se limitara a señalar hechos ocurridos en la historia de la reivindicación de

los derechos de las mujeres, siendo esto necesario e importante, sino, más bien, poder

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apreciar dichos procesos y avances desde la concepción tácita de su razón de ser. A

continuación, se tendrá una mirada más analítica de este escenario que se ha trabajado

en esta construcción discursiva, como forma de aprehender y de arraigar la significación

conceptual de estos tópicos que son los que permitirán ampliar la perspectiva del

problema en cuestión mencionado anteriormente.


Tabla 1

Matriz categorial para análisis documental


Categoría Código Subcódigo

Ciudadanía y género Definición Tradición formal e institucional.
Democracia
Intercultural
Multicultural
Diferenciada
Política Subjetividad política
Dificultades Desigualdad
Universalidad
Patriarcado
Identidad
Valores Identidad
Heterogeneidad

Afrodescendencia Raza Colonización
Desigualdad
Definición
Mujer afrodescendiente Discriminación/exclusión



RESULTADOS Y DISCUSIÓN

El significado de ciudadanía y género en el reconocimiento de los derechos de las

mujeres


La ciudadanía ha sido definida de diferentes maneras según la época y el autor que

ha decidido acercarse a la definición del término. Acerca del concepto, Marshall y

Bottomore (1998) ofrecen una definición con alusión al ejercicio tradicional de la

ciudadanía, afirmando que esta condición es entregada a todos aquellos que hacen parte

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de una comunidad sin ningún tipo de distinciones, estableciendo que todos son iguales

en materia de derechos y deberes. Por su parte, Urzúa y De Puelles (1996, como se citó

en Mieles y Alvarado, 2012) plantean la idea de una ciudadanía democrática

entendiéndola como “el resultado de una construcción progresiva a partir del

reconocimiento de la historia y la cultura de cada nación y la identificación de unos

valores universales que deben ser legitimados en las grandes orientaciones culturales

de los países” (p. 61).

Ahora bien, y teniendo presente estos razonamientos, Mayor (2002) se une a esta

definición mencionada al plantear que la ciudadanía democrática tiene como situación

principal la vida, donde cada uno de los escenarios humanos como la familia, los vecinos,

las organizaciones, las asociaciones, la escuela y el Estado, entre otras, hacen parte

decisoria de las condiciones de democracia; mientras que por su parte, Sánchez (2006)

propone una ciudadanía intercultural entiendo esta no sólo como la búsqueda del diálogo

e intercambio entre culturas distintas, sino como la apuesta que se gesta con la finalidad

de llegar a despertar un juicio crítico respecto a los fenómenos de exclusión e injusticia

social que afectan, tanto a los grupos étnicos y culturales distintos, como a la población

en situación de vulnerabilidad socioeconómica, exclusión e invisibilización política y

cultural. Dando lugar así a la construcción de proyectos políticos que permitan mejorar

la calidad de vida en el marco de la equidad socioeconómica, la justicia, la inclusión y el

ejercicio pleno de los derechos y de las obligaciones.

En tal sentido, otro tipo de ciudadanía dada a ser analizada es la propuesta por

Kymlicka (1996), la cual se concibe como una ciudadanía multicultural encaminada a

poder propiciar que las democracias de los estados multinacionales, multiculturales y

poliétnicos, construyan como fundamento constitucional el reconocimiento y apoyo a la

identidad cultural de los grupos étnicos y de las minorías nacionales; garantizando de

esta manera la igualdad respecto al acceso a productos y servicios, que en palabras del

mismo autor, “resulta vital que las minorías dispongan de procedimientos justos para que

se escuche su voz en el proceso político, parece obvio que las propuestas orientadas a

lograr la representación de grupo les proporcionan tales procedimientos” (Kymlicka, 1996,

p. 209). Finalmente, Solé et al. (2013), plantean una nueva ciudadanía, la ciudadanía

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diferenciada, la cual busca “reivindicar diversos espacios de participación donde las

personas, con sus diferencias culturales, étnicas, de género, de ocupación, entre otras,

afirmen sus perspectivas sobre asuntos sociales dentro de instituciones que estimulen la

representación de sus distintas voces (p.63).

Amén de lo expuesto hasta este punto, se puede establecer que este tipo de

ciudadanías nacen en contravía a la concepción tradicional que plantea al ciudadano

como persona perteneciente a una nación, y que a partir del paradigma liberal establece

derechos universales olvidando las diferentes particularidades de los sectores sociales,

y los cambios que en el proceso de la globalización han tenido las sociedades planetarias.

Un claro ejemplo de esto son las interpretaciones que hacen algunas mujeres inmigrantes

sobre las modificaciones que sufre su cuadro de valores y creencias al comenzar una

nueva vida en otros países, lo que da lugar a nuevas formas de actuación y de su accionar

político, reconfigurando así la concepción tradicional de ciudadanía (Solé et al., 2013);

dichas acciones responden a intereses individuales y colectivos en la realidad diversa y

heterogénea de las democracias globalizadas, donde, de modo significativo, son

permeadas. Ante esto, Benhabib (2011) menciona que desde y gracias a los derechos

de otras personas se puede presentar y/o acceder a una acción política, cuestionando

así los patrones comportamentales tradicionales, ya que estos pueden llegar a abrir

nuevas perspectivas de participación ciudadana.

En consecuencia, la ciudadanía no puede ser concebida como una condición

natural, sino más bien como una construcción social que se da a partir de la interacción

cotidiana con el otro, a partir de la interiorización y apropiación de normas, valores,

costumbres, significados, discursos, roles, derechos, deberes, miedos y sanciones; es

decir, a partir del fruto de un proceso de socialización (Mieles y Alvarado, 2012). Por su

parte, autores como De Sousa (2001), Delgado et al. (2008) y Domínguez et al. (2010),

han retomado la importancia que tienen las realidades específicas de las minorías

sociales, desarrollando investigaciones relacionadas con procesos de acción colectiva

que dan cuenta de la necesidad de redefinir espacios públicos y prácticas ciudadanas,

del sentido de lo colectivo, de la valoración de la pluralidad y de la búsqueda de la

equidad.

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De esta manera, puede decirse que las modificaciones que el concepto de

ciudadanía ha ido teniendo a través de la historia responde a las necesidades que han

ido agudizándose en los diferentes actores sociales, al levantamiento de la voz que ha

ido teniendo las minorías y los grupos históricamente rezagados. En tal sentido, hay que

mencionar también que la participación ciudadana en su deber ser, debería profundizar

más allá de los postulados universales propuestos por la ideología liberal nacida durante

el siglo XVIII, la cual buscó enmarcar a toda la población bajo la protección del Estado

moderno, olvidando infortunadamente las particularidades que lleva consigo cada grupo

poblacional.

Esta subjetividad política ha permitido la construcción intersubjetiva de la

pluralidad humana, expresada en las múltiples formas de ser, significar, comprender,

hacer, aparecer y enunciar el mundo (Alvarado et al., 2008). No obstante, trescientos

años después de la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, grandes

grupos poblacionales continúan quedando excluidos de la posibilidad de participar

como ciudadanos en las decisiones políticas que se toman en determinadas

sociedades. Lagarde (1996) menciona que tal es el caso de las mujeres, que sin

importar que existan códigos y leyes que actualmente vociferen y aseguren una

igualdad de género, sigue estando presente una contradictoria y poca accesibilidad

ante esas políticas civiles que continúan discriminando a las mujeres simplemente por

su género.

De igual modo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la

Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2014), en una de sus publicaciones denominada

Igualdad de género, patrimonio y creatividad, afirma que la igualdad de género hace

parte de procesos de exclusión y discriminación en todas las formas en que pueda

categorizarse una sociedad: etnia, religión, edad, estado civil, nivel económico; mientras

que, por su parte, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo

(AECID, 2015), señala que ningún país, con frustraciones en este tipo de realidades, ha

podido lograr una igualdad plena, teniendo de esta manera a muchas mujeres e incluso

niñas, sufriendo constantemente indistintas formas de discriminación, vulnerabilidad y

marginación a lo largo de su ciclo de vida. Sumado a esta exclusión presentada por

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razón de género, muchas mujeres a nivel planetario padecen de la exclusión por raza,

por posición social y posición económica, entre otros.

En concordancia con lo anterior, Lozano (2009) plantea que la identidad de la mujer

negra, como él la define, está enmarcada por el hecho de tener un color de piel que

quebranta los estándares aceptados por las sociedades machistas y discriminatorias; es

decir, señala que la mujer mestiza es considerada como pobre dentro de una sociedad

en donde lo que impera es el juego de roles dentro de las clases sociales y desde la

concepción denigrante de una sociedad patriarcal. Al respecto, Gutiérrez (1999, como

se citó en CEPAL y UNFPA, 2020) enfatiza que, de algún modo, la participación política

apreciada dentro de las distintas comunidades afrodescendientes ha permitido el

desarrollo de prejuicios raciales que, cuando se suman ante los contextos de

marginalización social y económica, hace que estas personas discriminadas puedan ser

consideradas de manera poco plausible como ciudadanos de segunda clase.

En este sentido y con respecto a la noción de raza, la CEPAL y el UNFPA (2020),

plantean que el término comienza a utilizarse en Europa durante el Siglo XVI para

referirse a los linajes y a las descendencias, lo que más allá de determinar una apariencia

física, hace referencia a un ancestro que se tenía en común. Posteriormente, durante los

procesos de colonización y dominio europeo, el término comenzó a usarse con mayor

frecuencia (CEPAL y UNFPA, 2020). Tiempo después y durante los siglos XVIII y XIX,

el término raza se utilizó para describir el aspecto físico de las personas, de allí que

pueblos de origen lejanos a Europa fueran catalogados como biológicamente diferentes

e inferiores. “Así, aunque no existía una definición precisa del término, se fortaleció la

idea de que la humanidad estaba dividida en razas y que había que explicar la razón de

esas diferencias” (Guimarães, 1999, como se citó en CEPAL y UNFPA, 2020).

Como resultado de ello, se difundió la idea de que la especie humana estaba

subdividida en razas en los diferentes continentes y caracterizadas por rasgos físicos,

así como también se establecieron valores morales y aptitudes para asignar a cada raza

determinando cuáles estarían por encima de cuáles, es decir, las razas dominantes y las

razas dominadas. Como muestra de ello, Quijano (2009) plantea que, durante el proceso

de colonización en América Latina, “el patrón de dominación entre colonizadores y

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colonizados, fue organizado y establecido sobre la base de la idea de raza, con todas

sus implicaciones sobre la perspectiva histórica de las relaciones entre los diversos tipos

de la especie humana” (p. 37), siendo este un factor determinante para la clasificación e

identificación social.

Es por esto que la desigualdad social en América Latina es un rasgo histórico

debido a que tiene su origen en el pasado colonial, esclavista y patriarcal, y que en la

actualidad se sigue reproduciendo a través de distintas instituciones, prácticas y valores.

De la misma manera, la CEPAL y el UNFPA (2020), plantean que la desigualdad en

América latina es un fenómeno que “se caracteriza por un complejo entramado en el que

las desigualdades socioeconómicas se entrecruzan y se potencian con las

desigualdades de género, étnico-raciales, territoriales y por edad (p. 12).


La afrodescendencia y sus implicaciones dentro de una sociedad discriminatoria

El término Afro (Afrodescendientes, Afroamericanos/as, Afrolatinos/as,

Afrocolombianos/as) “hace referencia a un origen, a la raíz de personas y pueblos que

han reconocido a África no sólo como origen de su humanidad, sino también como origen

y cuna de su cultura ancestral (Muñoz, 2014, p.13). De igual modo, Morales (2017)

define y expone que el término afrodescendiente hace alusión a personas nacidas fuera

de África que tienen antepasados de dicho continente, tanto los descendientes de los

africanos transportados a las Américas durante la trata de esclavos hace siglos, como

los que se han trasladado más recientemente a esa región, Europa y Asia.

Por su parte el Ministerio de Educación Nacional de Colombia (MEN, 2017)

reconoce que el término “afrocolombiano” surge de la necesidad del grupo y sus

individuos de poseer una identidad referencial construida sobre elementos objetivos y/o

subjetivos, que al mismo tiempo implica una resignificación y un reconocimiento de su

humanidad y de sus raíces culturales africanas. Muñoz (2014), señala el desarraigo del

que fueron víctimas los primeros pobladores afros que llegaron como esclavos al

continente americano y dice que “fueron despojados de sus elementos cotidianos útiles

para la vida, como lo son: herramientas, armas, trajes, instrumentos musicales,

creencias, modismos o cualquier otro bien” (p. 13). Pero, a pesar de esto, pudieron

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conservar algunas cosas como la tradición oral, los ritmos musicales, las expresiones

culturales, entre otros, que a día de hoy continúan teniendo vigencia.

Teniendo en consideración los razonamientos hasta aquí atribuidos, y si se da la

posibilidad de apreciar este tema desde una mirada apolítica y económica, se puede

entender que, la población afrodescendiente no ha contado con mejor suerte, debido a

que la discriminación étnico-racial no quedó atrás con la abolición de la esclavitud, sino

que, por el contrario, se mantiene en la actualidad produciendo cada vez más “nuevos

mecanismos a través de los cuales las personas discriminadas se mantienen en una

situación de exclusión y subordinación y se da la reproducción intergeneracional de dicha

situación” (CEPAL y UNFPA, 2020, p. 19), enfrentando múltiples barreras para superarla

como la descalificación y el racismo.

En consideración con este planteamiento, Theodoro (2019) define el racismo como

una ideología que clasifica y jerarquiza a las personas en función de su raza, teniendo

el genotipo blanco europeo en un nivel superior y el negro africano en un nivel inferior;

es decir, haciendo una semejanza en la dualidad positivo/negativo, bueno/malo,

mejor/peor, lo cual permite naturalizar pensamientos que ubican a algunas personas en

posiciones sociales privilegiadas por encima de otros, aun sabiendo lo perjudicial que

pueden llegar a ser este tipo de conductas; en ese sentido, el racismo transforma la

diversidad en desigualdad y moldea una sociedad que se asienta en la existencia,

naturalización y reproducción de la desigualdad (CEPAL y UNFPA, 2020, p. 22).

Es debido a todas estas ideas planteadas y analizadas a lo largo de este texto y,

en suma, de sus categorías de análisis, que se puede comprender el surgimiento nacido

en la década de los 90 con el tan conocido enfoque interseccional abarcado

anteriormente, y entendido dentro de los estudios de género como la herencia del

feminismo negro liderado por mujeres estadounidenses, inglesas, canadienses y

alemanas afrodescendientes, las cuales tuvieron como finalidad hacer visible la

multiplicidad de discriminaciones a las que eran sometidas creando con ello una

compleja interseccionalidad (CEPAL y UNFPA, 2020). El concepto de interseccionalidad

fue acuñado por la investigadora afroamericana Kimberlé Crenshaw en 1989, en el

marco del debate del caso judicial DeGraffenreid vs. General Motors, cuando buscaba

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demostrar la “invisibilidad jurídica de las múltiples dimensiones de opresión

experimentadas por las trabajadoras negras de la compañía estadounidense General

Motors” (Viveros, 2016, p. 5).

Finalmente, la principal preocupación radicaba en la mujer afrodescendiente en

cuyo caso se manifiesta la intersección de los sistemas combinados de opresión de

clase, de género y étnico-racial (Collins, 2015). Una de las principales motivaciones de

las pioneras de los estudios con ese enfoque fue cuestionar la invisibilidad de las mujeres

afrodescendientes tanto dentro de los movimientos feministas -cuya agenda estaba

focalizada en temas que afectaban las vidas de las mujeres blancas de clase media- y

de las corrientes principales de los estudios de género como de los movimientos contra

el racismo.


CONCLUSIONES

A modo de colofón de este proceso constructivo, se puede poner sobre la mesa

que, si bien el término de ciudadanía es bastante amplio, jamás deberá estar supeditado

a escenarios particulares e individuales que dejen en saco roto cuestionamientos

imperantes como lo son el escenario político, social, económico y cultural, que

ciertamente deben estar también atribuidos a la concepción de un concepto tan

heterogéneo y enriquecedor como lo es la ciudadanía, desde las distintas perspectivas

analíticas correctas dentro del marco de la historia.

Para lograr hablar de luchas, en este caso de procesos atribuidos a la reclamación

de derechos vulnerados, siempre será necesario echar una revisión documental con una

postura crítica, a esas eventualidades sociales que marcaron un devenir en la historia de

aquellas mujeres, que en equilibrio con la emancipación del significado de ciudadanía,

han ido acrecentando su impacto y su eco dentro de la sociedad, en concordancia con la

irreverencia con las que son apreciadas cuando tienen como motivación buscar,

encontrar, aclarar y restaurar los derechos que durante tanto tiempo les han sido

vulnerados y por ende, arrebatados.

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CONFLICTO DE INTERESES

La autora declara que no existe conflicto de interés para la publicación del presente

artículo científico.


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