Página

56

Artículo

https://doi.org/10.56219/letras.v64i105.3274

bien frito el jamón le echarás la cebolla muy menudita”, p. 60) y de expresiones como nomás (“se fríe jitomate nomás ”, p. 55; “que hierva nomás”, p. 75) o luego luego (“se echan los chiles y se sacan luego luego”, p. 74).

Pasando ahora al léxico, es importante mencionar que −como era de esperar− tales procesos de dialectalización en modo hacen también acto de presencia en el vocabulario que utiliza en su recetario la autora mexiquense, reflejando así la americanización de este nivel lingüístico: en efecto, el hecho de que el corpus seleccionado guarde relación con un ámbito culturalmente tan marcado y con tanto peso de la realidad autóctona como es la gastronomía no puede sino favorecer que en él se plasmen todas los procesos lingüísticos por medio de los cuales el español expresa los realia desconocidos, de manera que no resulta difícil registrar en sus páginas unidades léxicas que ejemplifiquen las principales estrategias empleadas con este cometido. De este modo, vocablos como ajonjolí (pp. 29, 37, 50), chícharo (pp. 45, 46) o durazno (pp. 77, 86) parecen cumplir en estos momentos de forma rigurosa la definición que se facilita de la prelación −en concreto, la “preferencia por el empleo de un elemento concreto frente a distintos sinónimos” (Ramírez Luengo, 2021, p. 75) −, mientras que la existencia exclusiva de casos americanos de amelcochado (p. 75), pipián (p. 59) y martajar (pp. 51, 70, 87) en CORDE permite interpretar tales elementos como ejemplos de la estrategia de creación, entendida como la “elaboración de nuevas voces a partir de los mecanismos lexicogenésicos de la lengua” (Ramírez Luengo, 2021, p. 75) ; al mismo tiempo, constituyen claras muestras de modificación −por cuanto exhiben la “resemantización de diferentes unidades léxicas patrimoniales para su aplicación a los nuevos referentes” (Ramírez Luengo, 2021, p. 75)− los términos bobo (p. 31), panocha (pp.

5

Tal preferencia americana por estos vocablos en el corte cronológico seleccionado −en concreto, 1649-1879,

es decir, un lapso temporal que abarca los cien años previos y posteriores al periodo de escritura del recetario (Pérez San Vicente, 2015)− queda demostrado por las siguientes frecuencias de empleo que ofrece CORDE (en casos por millón de palabras): para ajonjoli, 0'05 CMP en España frente a 0'79 CMP en América; en cuanto a chicharo , 0'05 CMP frente a 0'61 CMP; por útimo, durazno ofrece 0'23 CMP y 5'91 CMP en España y América respectivamente.

6

Por lo que se refiere a pipián −voz endohispánica derivada probablemente de pepita, según el DCECH (1980-

1991, s.v. pipiripao )−, cabe mencionar que el repositorio académico ofrece una aparición española de 1674 que podría poner en duda la naturaleza propiamente americana del vocablo.; sin embargo, el hecho de que tal aparición se registre en un entremés ( Los nadadores de Sevilla y Triana ) en el que, con una enorme profusión de voces amerindias, se remeda el habla de negros de un individuo de Lima parece reforzar, en realidad, la hipótesis que se plantea en estas líneas.