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386
Artículo
https://doi.org/10.56219/letras.v64i105.3287
1. Planteamiento inicial
La gastronomía (Capano, 2012), en su variado espectro, es una de las parcelas que reviste mayor interés en la configuración cultural y antropológica de las sociedades. Explicar los alimentos básicos, las preparaciones culinarias, las recetas y otras guías instruccionales, los rituales alrededor de los comensales, la degustación de los platos y hasta los utensilios empleados en la mesa, implica conocer una compleja estructura semiótica que refleja y se nutre de gustos, imaginarios y significados colectivos.
Para Castillo D’Imperio (2020), esta estructura está estrechamente relacionada a la historia de los pueblos y a sus particularidades identitarias. Las costumbres y tradiciones formuladas alrededor de la esfera culinaria tendrían que ver no solo con el “acto de comer”, sino con la construcción de la memoria social a partir de lo que se llamaría “memoria de los sabores” (p. 141). Por este motivo, la misma autora sostiene que estudiar la alimentación de un país implica un ejercicio de reconocimiento “[…] que se pasea por el espacio y el tiempo, por los procesos, detalles, frutos, colores, formas, olores, sabores, pero sobre todo, por los significados, sensibilidades y afectividades” (p. 15).
Grosso modo, esta propuesta de Castillo D’Imperio (2020) se halla en los trabajos de Eberenz (2016) y Torres (2013, 2021, 2022), que tienen como propósito reconstruir parte de la historia de la lengua española a partir del vocabulario de la alimentación. El primero de los autores mencionados subraya que la cocina, en general, y los actos de transformación culinaria, en particular, son fenómenos antropológicos y cognitivos relevantes que deben ser estudiados para develar las formas de pensamiento y de acción de las comunidades. Este investigador cree, entre otras cosas, que la preferencia por el consumo de un plato fermentado o de otro obtenido por salazón conlleva elecciones asociadas al bagaje cultural de los grupos humanos.
Por su parte, la segunda autora sostiene que lo culinario ha sido un ámbito doméstico tradicionalmente vinculado a lo cotidiano; pero, no por ello, inoperante en el perfil histórico de los grupos. La cocina, y todo lo vinculado a ella, se asume, en esta postura, como un marcador de identidad de igual relevancia que otros actos sociales.