(molinos incluidos), Castilla y León, o en la misma Extremadura. O en cualquier país, da
igual. Es un caserío de calles sin asfaltar, polvorientas. Allí llegan y habitan especímenes de
la “hojarasca” del mundo: la chica de la venta, deseosa de irse a una ciudad que le provea
mayores oportunidades; Píter, sí, Píter, no Peter, el hippie que se define a sí mismo como
artesano del vidrio; los gitanos, el clan que padece en sus carnes los estigmas de su estirpe;
los viejos esposos Joaquín y Roberta, ella huyendo de manera forzada de sus vivencias y
recuerdos y él explicando y justificando siempre los comportamientos de ella, otrora
maestra de escuela; el casero, dueño del cuchitril donde se instalará la protagonista
femenina y representación exagerada de la masculinidad más tóxica (tal vez la novela
admita también una lectura en clave feminista, es solo una presunción).
Y en La Escapa también quedan los vestigios ruinosos de la casa habitada por dos
hermanos, quienes en su interior dieron rienda suelta a su amor incestuoso. Y en esas
paredes todavía se pueden distinguir las frases acusatorias escritas por los vecinos. Y los
fines de semana se acerca hasta el poblado una familia que ocupa un “chalecito” heredado,
entre otras razones porque no fue posible venderlo. Parece la típica familia modélica y
funcional, vaya usted a saber qué procesión latirá en su seno.
En resumidas cuentas: perdedores, algunas personas “al margen de…”, “hojarasca”,
intentando lo humanamente imposible: huir de sí mismos.
Y luego están Natalia (Nat) y Andreas, los protagonistas del asunto. Ella, una traductora,
rebelde, antisistema, que llega a La Escapa huyendo a raíz de un incidente ocurrido en su
antiguo trabajo. Y él, que de alemán tiene lo que quien suscribe este escrito tiene de mago,
geógrafo de profesión, devenido en un pequeño agricultor y, en consecuencia, proveedor de
frutas y verduras para toda la comarca. Ambos viven con sus mascotas: el perro Sieso,
“obsequio” del casero y la gata Li respectivamente (Sugiero indagar acerca de las distintas
acepciones de la palabra “sieso”).
A quien lea el libro le corresponderá averiguar el tipo de relación establecido entre
ambos personajes, Nat y Andreas, el particular inicio de dicha relación (“… que lo deje
entrar…”, es una frase que no deja de repetirse en la mente de Nat), así como la
profundidad de la misma. Y también tendrá que averiguar el papel que tienen Sieso y Li en
la trama de la obra, que lo tienen, y de no poco peso. Quizá a través de ellos es que se