Jeanneret, conocido como Le Corbusier, desde la perspectiva y experiencia de Eugénie
Thellier de La Neuville, Madame Savoye, quien encargó dicho proyecto, el libro de
Goldberg es, ante todo, el relato de una vida atormentada por la imposición de aquellos
valores de lo definido y lo preciso. Refugio contra dichas imposiciones o escape de ellas, la
casa anhelada de Madame Savoye se torna tormento, carga, constatación palpable de la
imposibilidad de hallar la paz deseada cuando el personaje advierte de que, sin que pueda
hacer nada, lo definido y lo preciso se han impuesto también sobre su ella y sobre su casa.
En Las horas claras, pues, se desnuda la historia íntima y relegada de una
construcción paradigmática de uno de los grandes arquitectos del siglo XX. De ahí que esta
obra de Goldberg pueda leerse como testimonio de las grietas del discurso de la
modernidad, lectura que ya ha sido realizada:
En este sentido, la novela también propone […] la idea de la casa como una alegoría
del fracaso del proyecto moderno que concibe el hogar como refugio existencial,
como propiedad y garantía material y simbólica. Frente al presupuesto de una
pertenencia “humana” que pasa por una estructura y construcción material, se
impone la vivencia natural al margen de lo humano, el devenir-vegetal que fisura la
casa moderna como posibilidad de arraigo y seguridad, y desarticula el discurso de
la especie. (Saraceni, 2020, p. 30).
Este artículo de Saraceni es el punto de partida de las presentes líneas. En ese
sentido, aquí queremos seguir indagando en las ranuras, los dobleces de este discurso
complejo que se presenta en Las horas claras, en el que lo narrativo, lo poético, lo
reflexivo; la cita, la paráfrasis, el diálogo, el epígrafe, el reclamo, se articulan de forma
económica y perfecta.
De esta manera, en este artículo se lleva a cabo una lectura comprensiva y cercana
de esta obra de Goldberg, para analizar y valorar sus estrategias de construcción literaria.
Desde esta perspectiva, Las horas claras se descubre como un relato en el que no solo es
posible encontrar la articulación de distintas variantes de lo narrativo y lo poético, de
textualidades propias del yo, como el diario y la epístola, sino, lo más relevante, un juego
constante entre diversas voces que se introducen y entrecruzan en y contra Madame