percepciones experienciales profundas. Asimismo, se transforma en un espejo de la
sociedad contemporánea en Latinoamérica, dejando entrever matices culturales propios de
un país, de un sentir y de un vivir que se teje entre la voz narrativa de una historia, que,
aunque ficticia, no es ajena a la realidad de la gente que conforma una nación.
Por ello, no se hace difícil vislumbrar los cuatro elementos culturales (hegemónicos,
residuales, arcaicos y emergentes) planteados por Williams (1988) y García Canclini (1990),
los cuales se muestran a lo largo de la obra Percusión y Tomate. A continuación, se desglosan
y se analizan aquellos fragmentos, personajes y situaciones del relato que poseen mayor
relevancia y que son más representativos en relación con los elementos mencionados.
Lo hegemónico
Lo hegemónico puede verse representado a través de la lucha de clases, causa del
asesinado del gato de Claudia llamado Minué por parte del personaje Katrine, pues a ella
siempre le molestaron los ademanes aristocráticos en seres inferiores, y el gato poseía un
cuadro neurótico, un fetiche monárquico, era “un gato con clase”. Además, Katrine, al ser
extranjera, representa la repulsión por América, por lo nacional, las costumbres y la política,
así como los deseos de migración hacia las potencias extranjeras con el fin de conseguir un
mejor estatus social y económico. Sin embargo, ella en la obra ya se ha apropiado de la
cultura nacional y de elementos residuales, tales como comer arepa con queso y mantequilla,
y los brazos calurosos de los latinos.
Katrine como personaje representa las clases sociales y raciales a través de sus
actitudes y acciones, sin embargo, no se enmarca en una clase social determinada debido a
que “era una negra con alma de blanca”, y a pesar de no ser una mujer de irreverencias es
de ella la idea de “cagarse en el tiempo”, lo cual sucede al momento de defecar en los relojes
del hotel como una forma de salir de los encasillamientos, de ir en contra de lo hegemónico,
aunque éste siga imperante, tal como el tiempo que seguirá transcurriendo a pesar de todo.
Esta figura del tiempo en la obra también se eleva como un elemento hegemónico,
ya que en la cotidianidad determina las acciones, las rutinas y la vida. Las personas miden el
tiempo y en función a él organizan sus actividades, por ello ejerce una dominación constante
en todas las sociedades. Defecar en un reloj se establece como símbolo de rebeldía ante una